lunes, 6 de julio de 2020

¡Hasta siempre compañero Heriberto!

2002, julio. Ese verano fue intenso para los pueblos de la orilla del agua. Sus días y noches de sol y lluvia eran definitorios para la vida de mujeres, niños y hombres que decidimos luchar contra la construcción del aeropuerto promovido por Vicente Fox tan solo 9 meses atrás.

La emboscada de la policía estatal que sorprendió a una brigada de pobladores el 11 de julio de 2002, desencadenó un escenario político complejo y a su vez, único para la vida nacional de nuestro México. El conflicto: La defensa de la vida y la lucha contra la construcción de un aeropuerto de muerte. Por un lado, el pueblo se hizo una muralla: los caminos se bloquearon y como una coraza digna y rebelde, sólo había paso para la solidaridad hasta que liberaran a los primeros presos políticos de aquella campal - que nos duraría cerca de 18 años-, el pueblo se vio en la necesidad de retener a funcionarios que en no pocas ocasiones jugaron el papel de provocadores; organizaciones a nivel nacional e internacional y pueblos hermanos, desde la distancia izaron banderas y exigencias para que el gobierno mexicano desistiera de su arrogancia por arrebatarnos la tierra. Desde el otro lado de la muralla, en la silla presidencial, se promovía la intervención del ejército para que ingresara a los pueblos y de una vez por todas se impusiera la obra del sexenio foxista.

Decisiones, discusiones, asambleas de carácter urgente, alertas - varias falsas-, tuvieron a los pueblos en vilo durante cinco días con sus respectivas noches. Nadie tenía permiso de claudicar. La vida y libertad de los compañeros presos en el penal del Molino de las Flores en Texcoco, estaba en juego, sin embargo, ellos y los que estábamos afuera, entendíamos que sobre eso la vida y libertad de todos nuestros pueblos nos la estábamos jugando, y que ceder un ápice en la linea de fuego, nos costaría la vida misma y la libertad de las futuras generaciones: ¡Abajo el decreto expropiatorio! ¡Tierra SÌ, aeropuerto NO! ¡Presos políticos, libertad!

La tensión era tal que no siempre nos podíamos mantener de una sola pieza, pero había compañeras y compañeros que con su firmeza no nos dejaron caer y Heriberto Salas fue uno de ellos. Él sabía perfectamente que allí, entre humos y barricadas, se anidaba la esperanza, la victoria. La primer victoria del pueblo de abajo y de un siglo recién nacido.

Nada está decretado.
Llegó el 2006 con su mayo rojo, con sus días y años siguientes, también rojos. Allí seguíamos caminando y siendo parte de los distintos procesos como La Otra Campaña donde Heriberto era un enlace fundamental como miembro del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y los compas de la Comisión Sexta a quienes les brindamos la bienvenida el 25 de abril del 2006, a tan sólo unos días de que desde los Olimpos de la impunidad alguien o algunos, decidieran desatar la represión, la venganza, el odio, la persecución, la tortura sexual, la cárcel. Otra vez había que tener los pies de plomo, y allí andaba el Heriberto con sus pies de plomo desde la cárcel y luego afuera para conseguir la libertad de los demás presos políticos. Los años siguientes Heriberto siguió trabajando para defender el territorio como un miembro del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Quienes lo hayan tratado de cerca, pudieron darse cuenta que Heriberto era un hombre activo y libre en la lucha social, y por encima de las diferencias políticas, que no faltan en los procesos de construcción, le recordaremos como uno de los compañeros que luchó por la defensa de nuestro pedacito de patria, Atenco, Nexquipayac, y por la transformación de la patria toda.

A su familia le extendemos un abrazo solidario y fraterno y que esta partida dolorosa e intempestiva, primero de la mamá de Heriberto y enseguida del propio Heriberto, encuentre cierto consuelo en aquello que le brindaron a la vida colectiva de nuestros pueblos.


¡Hasta siempre compañero Heriberto Salas!
¡Zapata vive, la lucha sigue!
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra-Atenco.



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