martes, 6 de mayo de 2014

Represión en Atenco: ocho años de impunidad. vía @revistaproceso

MÉXICO, D.F. (apro-cimac).- El 3 de mayo de 2006, el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto mandó reprimir a habitantes de San Salvador Atenco, bajo la coartada de un conflicto entre vendedores ambulantes que derivó en el bloqueo de la carretera federal Texcoco-Lechería.

La Policía Federal Preventiva de México, la Agencia de Seguridad Estatal del Estado de México y la policía municipal enfrentó a simpatizantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) y otros adherentes a La Otra Campaña del EZLN, que dejó como resultado el fallecimiento de Alexis Benhumea y Javier Cortés, la detención de más de 200 personas, y denuncias contra elementos policiacos por presuntas vejaciones y violaciones sexuales a 26 mujeres.

Como resultado de ello, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), concluyó que en ese operativo hubo violaciones graves a los derechos humanos, así como un uso excesivo de la fuerza por parte de la policía.

A ocho años de lo ocurrido, habla Bárbara Italia Méndez, una de las mujeres que a lo largo de ese tiempo ha mantenido la lucha porque se haga justicia y se castigue a los autores intelectuales de aquel episodio, y que, por lo pronto, esperan el fallo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH).

Bárbara es entrevistada en un pequeño salón del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, su segunda casa.

–Se cumplen ocho años de la represión en Atenco. ¿Qué ha sido para ti todo este tiempo?, pregunta la periodista.
–Lo definiría como una carrera de largo aliento. Ha sido un lapso en el que hemos aprendido mucho, sin el afán de ser positiva, “te dan limones haz limonada”, pero han sido años de mucho aprendizaje y de mucho trabajo colectivo.
–¿Qué han aprendido?
–Hemos aprendido que juntas podemos hacer lo que nos proponemos, es decir: al principio cuando tomé la decisión de denunciar creía que no me iban a alcanzar las fuerzas y creo que tenía razón.
–¿Por qué?
–Porque mis propias fuerzas no me hubieran ayudado, no sé, no hubiera podido sortear ni el primer mes, supongo, o la estancia en la cárcel. Creo que al sentirme acompañada de mucha gente, de organizaciones de Derechos Humanos, de mujeres altruistas, feministas, me fortaleció.
“Las mujeres que sufrimos la tortura, que estuvimos en la cárcel y que posteriormente decidimos recorrer un camino juntas, hemos aprendido a trabajar en equipo. Establecimos que tenemos voz y voto, que todas decidimos el rumbo de esta denuncia”.
–¿Cuál dirías que es el cambio más radical que tuviste en estos ocho años?
–Creo que a la Bárbara Italia de antes de 2006 jamás la voy a recuperar. Hay algo que sí se murió, se marchitó, desapareció. Creo que con el trabajo, elaborándolo, en algún momento podré recuperar muchas de las cosas que se rompieron.
–¿Cómo cuáles?
–Cosas que tienen que ver con el proyecto de vida. Yo trabajaba con menores en situación de calle antes de mi detención. Eso de trabajar con el dolor humano es una de mis capacidades qué no sé dónde está. Perdí la capacidad de poder contener, de poder trabajar sin que me duela demasiado. He hecho lo posible para tener herramientas pero creo que todavía no estoy preparada.
–¿Cómo describirías a la Bárbara que nace a partir precisamente de mayo de 2006?
–Estaba muy impresionada con mi capacidad de poderme sostener y no descomponerme en los primeros momentos de la detención y la tortura y no enloquecer con lo que había ocurrido; estar serena y pensar. Tomar mis decisiones.
“En ese trance de los primeros días estábamos aisladas, no teníamos oportunidad de hablar con un abogado, sólo nosotras. Era como tratar de decir: tengo que volver en mí, necesito tomar decisiones acerca de lo que ocurrió y descubrirme tomando decisiones, resistiendo toda la parte física que fue muy ruda, muy quebrantadora, me sorprendió haberme repuesto a esto”, recuerda.
Continúa: “también está la parte emocional: fue muy fuerte descubrirme intentando resolver esos asuntos. Han pasado muchos años y a veces parecía una espiral donde vamos avanzando y entonces hay algo que parece que no avanzamos y regresar a ciertos momentos de la tortura”.
Reflexiona: “Esa tortura trastoca toda tu vida. He tenido que incorporar otra vez mis relaciones con las personas. Poder recibir un abrazo, un apapacho sin sentirme transgredida, sin sentir que estaban rebasando el espacio vital. Un día descubrí que finalmente es un proceso muy largo y que desesperarme no me iba ayudar a salir”.
-El que ordenó la represión en Atenco hoy es presidente. ¿Eso qué les significó?
–Voy a hablar en primera persona. En un primer momento me moría de miedo. Fue como toparse con pared, pero creo que es parte de los procesos represivos, que te sume en un profundo sentimiento de injusticia y total impunidad.

“Es una trampa también porque pareciera que el poder nos aplasta y nos ahoga y sientes que no hay nada que hacer. Te preguntas: qué hago contra los tres poderes, contra todo el Estado, contra todo el aparato. Buscan que pienses que es más fácil abandonarlo, que digas: este monstruo es bastante poderoso y no hay nada que hacer, mejor a lo mío”, confiesa Bárbara Italia.

“En ese proceso de mucha confrontación y de mucho miedo, incluso dolor, reaccioné y dije: ya me sentí así hace seis años, lo elaboré, pude salir, pues va de nuevo. Las veces que sean necesarias reconstruirnos, recuperarnos, reponernos de esa situación”, asegura con voz convencida.

La mujer de Atenco dice que “la búsqueda de la justicia ha sido justamente confrontarnos todo el tiempo con eso, con nuestra verdad, con lo que ocurrió y por el otro lado cubrirnos con un velo, con un velo en el que nadie escucha nada o pareciera que nadie escucha nada y pareciera que no ocurrió”.
Eso, dice, la hace levantarse todos los días. “Justamente mi derecho a la verdad que yo sé que tengo que exigirlo, que tengo que luchar porque algún día se esclarezca esta historia y finalmente podamos recuperarla desde otras tribunas, en otros espacios. No desde el victimismo, sino contar una historia que ocurrió, que es verídica”.

Su intención es clara: “Que Peña Nieto y todos los demás responsables intelectuales y materiales sean evidenciados. Nuestra lucha va en ese sentido; justamente todo el trabajo que estamos haciendo es para que un día se diga que lo pasó en Atenco no fue una mentira. Porque muchas veces nos han dicho mentirosas”.

–¿Quién?
–Los medios de comunicación; bueno, los medios sólo reproducen el discurso del Estado, entonces son altavoces.
“Recuerdo mucho a Wilfrido Robledo (entonces comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal del Estado de México) haciendo declaraciones sobre ‘lo que ocurrió a las mujeres de Atenco no es verdad, porque ninguna mujer que hubiese pasado por eso se atrevería a decirlo públicamente’”.
Bárbara tiene un recuerdo muy presente: “un programa de Televisa en el que decían que no había ni una denuncia levantada formalmente y era mentira lo que ellos decían. Claro que había denuncia, eran sordos a nuestra voz”.

Paciente, avizora que “va a llegar el momento en que va a ser insostenible esa mentira, no importa que tengan que pasar 10 o 12 años. Nosotras estamos resueltas a que tenemos ese derecho a la verdad y que eso en buena medida nos va a reparar lo que rompieron”.

–¿Tendrías algo qué decirle a Peña Nieto?
–Es que Peña Nieto por supuesto es el más visible, porque es el que está ahí en la Presidencia, pero va más allá de un personaje, es una estrategia que no importa el monigote que tengan ahí sentado, es una práctica de Estado y lo mismo lo haría éste que el otro.
–Pero hay un responsable…
–Sí, pero me asusta un poco irnos a los personajes ¿sabes? Porque a veces no miramos la maquinaria grandotota, y quiero hacer hincapié en eso, que son tres poderes, los tres niveles de gobierno, las policías, no sólo las estatales.
“A mí me torturó la Policía Federal, que estaba a cargo de Genaro García Luna; Eduardo Medina Mora (entonces secretario de Seguridad Pública federal y luego procurador General de la República) también fue responsable de la investigación y tampoco hizo nada”, asegura una de las mujeres víctimas de Atenco.
“Por supuesto que todos señalan a Enrique Peña Nieto, pero me asusta pensar que todo se resume a un personaje, cuando no es así, porque no se trata de quitar a uno y poner a otro que trae la misma práctica. Para muestra un botón y lo que hace un gobierno de ‘izquierda’ también aterra, sino que le pregunten a Yakiri (Rubí Rubio Aupart, joven acusada de asesinar a su presunto agresor sexual)”.
–Tras la impunidad de ocho años, se abre una puerta de esperanza en la CIDH.
–Por supuesto, esperamos buenas noticias en estos días. Pues todo lo que ha hecho (el Estado mexicano) no es para que nosotras confiemos, evidentemente.

“La última fue mientras estuvo el Comité de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) en Nueva York, donde las autoridades del Estado de México llegaron diciendo: ‘anoche giramos órdenes de aprehensión y esta mañana ya tenemos presos a los responsables’”.
De acuerdo con Bárbara Italia, “si hubieran actuado de buena fe, nosotras estaríamos enteradas de las indagaciones y por supuesto que no estábamos enteradas. Era un teatro montado justamente para llegar ante el Comité y decir ‘estamos actuando, estamos investigando’”.
–Bárbara, ¿cómo te ves en cinco años?
–Quisiera que en cinco años hubiera terminado el proceso jurídico, quisiera que concluyera esto de la mejor manera. Para que no vuelva a suceder una cosa como la que ocurrió en 2006 porque no fue un capítulo que se cerró; es la práctica de la Marina, del Ejército, de las policías estatales.
“Hay mujeres que están sufriendo tortura sexual en manos de agentes del Estado y a veces lo sabemos y a veces no. Tenemos que hacer algo al respecto, como las que nos abrieron brecha que fueron Inés (Fernández) y Valentina (Rosendo); nosotras vamos atrás, pero sabemos que en este camino vienen otras mujeres”.


Twitter: @lagunes28 *Periodista y feminista, directora general de CIMAC.

http://www.proceso.com.mx/?p=371464
 

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