MÉXICO,
D.F. (apro-cimac).- El 3 de mayo de 2006, el entonces gobernador del
Estado de México, Enrique Peña Nieto mandó reprimir a habitantes de San
Salvador Atenco, bajo la coartada de un conflicto entre vendedores
ambulantes que derivó en el bloqueo de la carretera federal
Texcoco-Lechería.
La Policía Federal Preventiva de México, la
Agencia de Seguridad Estatal del Estado de México y la policía municipal
enfrentó a simpatizantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra
(FPDT) y otros adherentes a La Otra Campaña del EZLN, que dejó como
resultado el fallecimiento de Alexis Benhumea y Javier Cortés, la
detención de más de 200 personas, y denuncias contra elementos
policiacos por presuntas vejaciones y violaciones sexuales a 26 mujeres.
Como
resultado de ello, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH),
concluyó que en ese operativo hubo violaciones graves a los derechos
humanos, así como un uso excesivo de la fuerza por parte de la policía.
A
ocho años de lo ocurrido, habla Bárbara Italia Méndez, una de las
mujeres que a lo largo de ese tiempo ha mantenido la lucha porque se
haga justicia y se castigue a los autores intelectuales de aquel
episodio, y que, por lo pronto, esperan el fallo de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos CIDH).
Bárbara es entrevistada en un pequeño salón del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro Juárez, su segunda casa.
–Se cumplen ocho años de la represión en Atenco. ¿Qué ha sido para ti todo este tiempo?, pregunta la periodista.
–Lo
definiría como una carrera de largo aliento. Ha sido un lapso en el que
hemos aprendido mucho, sin el afán de ser positiva, “te dan limones haz
limonada”, pero han sido años de mucho aprendizaje y de mucho trabajo
colectivo.
–¿Qué han aprendido?
–Hemos aprendido que juntas
podemos hacer lo que nos proponemos, es decir: al principio cuando tomé
la decisión de denunciar creía que no me iban a alcanzar las fuerzas y
creo que tenía razón.
–¿Por qué?
–Porque mis propias fuerzas
no me hubieran ayudado, no sé, no hubiera podido sortear ni el primer
mes, supongo, o la estancia en la cárcel. Creo que al sentirme
acompañada de mucha gente, de organizaciones de Derechos Humanos, de
mujeres altruistas, feministas, me fortaleció.
“Las mujeres que
sufrimos la tortura, que estuvimos en la cárcel y que posteriormente
decidimos recorrer un camino juntas, hemos aprendido a trabajar en
equipo. Establecimos que tenemos voz y voto, que todas decidimos el
rumbo de esta denuncia”.
–¿Cuál dirías que es el cambio más radical que tuviste en estos ocho años?
–Creo
que a la Bárbara Italia de antes de 2006 jamás la voy a recuperar. Hay
algo que sí se murió, se marchitó, desapareció. Creo que con el trabajo,
elaborándolo, en algún momento podré recuperar muchas de las cosas que
se rompieron.
–¿Cómo cuáles?
–Cosas que tienen que ver con
el proyecto de vida. Yo trabajaba con menores en situación de calle
antes de mi detención. Eso de trabajar con el dolor humano es una de mis
capacidades qué no sé dónde está. Perdí la capacidad de poder contener,
de poder trabajar sin que me duela demasiado. He hecho lo posible para
tener herramientas pero creo que todavía no estoy preparada.
–¿Cómo describirías a la Bárbara que nace a partir precisamente de mayo de 2006?
–Estaba
muy impresionada con mi capacidad de poderme sostener y no
descomponerme en los primeros momentos de la detención y la tortura y no
enloquecer con lo que había ocurrido; estar serena y pensar. Tomar mis
decisiones.
“En ese trance de los primeros días estábamos
aisladas, no teníamos oportunidad de hablar con un abogado, sólo
nosotras. Era como tratar de decir: tengo que volver en mí, necesito
tomar decisiones acerca de lo que ocurrió y descubrirme tomando
decisiones, resistiendo toda la parte física que fue muy ruda, muy
quebrantadora, me sorprendió haberme repuesto a esto”, recuerda.
Continúa:
“también está la parte emocional: fue muy fuerte descubrirme intentando
resolver esos asuntos. Han pasado muchos años y a veces parecía una
espiral donde vamos avanzando y entonces hay algo que parece que no
avanzamos y regresar a ciertos momentos de la tortura”.
Reflexiona:
“Esa tortura trastoca toda tu vida. He tenido que incorporar otra vez
mis relaciones con las personas. Poder recibir un abrazo, un apapacho
sin sentirme transgredida, sin sentir que estaban rebasando el espacio
vital. Un día descubrí que finalmente es un proceso muy largo y que
desesperarme no me iba ayudar a salir”.
-El que ordenó la represión en Atenco hoy es presidente. ¿Eso qué les significó?
–Voy
a hablar en primera persona. En un primer momento me moría de miedo.
Fue como toparse con pared, pero creo que es parte de los procesos
represivos, que te sume en un profundo sentimiento de injusticia y total
impunidad.
“Es una trampa también porque pareciera que el poder
nos aplasta y nos ahoga y sientes que no hay nada que hacer. Te
preguntas: qué hago contra los tres poderes, contra todo el Estado,
contra todo el aparato. Buscan que pienses que es más fácil abandonarlo,
que digas: este monstruo es bastante poderoso y no hay nada que hacer,
mejor a lo mío”, confiesa Bárbara Italia.
“En ese proceso de mucha
confrontación y de mucho miedo, incluso dolor, reaccioné y dije: ya me
sentí así hace seis años, lo elaboré, pude salir, pues va de nuevo. Las
veces que sean necesarias reconstruirnos, recuperarnos, reponernos de
esa situación”, asegura con voz convencida.
La mujer de Atenco
dice que “la búsqueda de la justicia ha sido justamente confrontarnos
todo el tiempo con eso, con nuestra verdad, con lo que ocurrió y por el
otro lado cubrirnos con un velo, con un velo en el que nadie escucha
nada o pareciera que nadie escucha nada y pareciera que no ocurrió”.
Eso,
dice, la hace levantarse todos los días. “Justamente mi derecho a la
verdad que yo sé que tengo que exigirlo, que tengo que luchar porque
algún día se esclarezca esta historia y finalmente podamos recuperarla
desde otras tribunas, en otros espacios. No desde el victimismo, sino
contar una historia que ocurrió, que es verídica”.
Su intención es
clara: “Que Peña Nieto y todos los demás responsables intelectuales y
materiales sean evidenciados. Nuestra lucha va en ese sentido;
justamente todo el trabajo que estamos haciendo es para que un día se
diga que lo pasó en Atenco no fue una mentira. Porque muchas veces nos
han dicho mentirosas”.
–¿Quién?
–Los medios de comunicación; bueno, los medios sólo reproducen el discurso del Estado, entonces son altavoces.
“Recuerdo
mucho a Wilfrido Robledo (entonces comisionado de la Agencia de
Seguridad Estatal del Estado de México) haciendo declaraciones sobre ‘lo
que ocurrió a las mujeres de Atenco no es verdad, porque ninguna mujer
que hubiese pasado por eso se atrevería a decirlo públicamente’”.
Bárbara
tiene un recuerdo muy presente: “un programa de Televisa en el que
decían que no había ni una denuncia levantada formalmente y era mentira
lo que ellos decían. Claro que había denuncia, eran sordos a nuestra
voz”.
Paciente, avizora que “va a llegar el momento en que va a
ser insostenible esa mentira, no importa que tengan que pasar 10 o 12
años. Nosotras estamos resueltas a que tenemos ese derecho a la verdad y
que eso en buena medida nos va a reparar lo que rompieron”.
–¿Tendrías algo qué decirle a Peña Nieto?
–Es
que Peña Nieto por supuesto es el más visible, porque es el que está
ahí en la Presidencia, pero va más allá de un personaje, es una
estrategia que no importa el monigote que tengan ahí sentado, es una
práctica de Estado y lo mismo lo haría éste que el otro.
–Pero hay un responsable…
–Sí,
pero me asusta un poco irnos a los personajes ¿sabes? Porque a veces no
miramos la maquinaria grandotota, y quiero hacer hincapié en eso, que
son tres poderes, los tres niveles de gobierno, las policías, no sólo
las estatales.
“A mí me torturó la Policía Federal, que estaba a
cargo de Genaro García Luna; Eduardo Medina Mora (entonces secretario de
Seguridad Pública federal y luego procurador General de la República)
también fue responsable de la investigación y tampoco hizo nada”,
asegura una de las mujeres víctimas de Atenco.
“Por supuesto que
todos señalan a Enrique Peña Nieto, pero me asusta pensar que todo se
resume a un personaje, cuando no es así, porque no se trata de quitar a
uno y poner a otro que trae la misma práctica. Para muestra un botón y
lo que hace un gobierno de ‘izquierda’ también aterra, sino que le
pregunten a Yakiri (Rubí Rubio Aupart, joven acusada de asesinar a su
presunto agresor sexual)”.
–Tras la impunidad de ocho años, se abre una puerta de esperanza en la CIDH.
–Por
supuesto, esperamos buenas noticias en estos días. Pues todo lo que ha
hecho (el Estado mexicano) no es para que nosotras confiemos,
evidentemente.
“La última fue mientras estuvo el Comité de la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
Contra la Mujer (CEDAW) en Nueva York, donde las autoridades del Estado
de México llegaron diciendo: ‘anoche giramos órdenes de aprehensión y
esta mañana ya tenemos presos a los responsables’”.
De acuerdo con
Bárbara Italia, “si hubieran actuado de buena fe, nosotras estaríamos
enteradas de las indagaciones y por supuesto que no estábamos enteradas.
Era un teatro montado justamente para llegar ante el Comité y decir
‘estamos actuando, estamos investigando’”.
–Bárbara, ¿cómo te ves en cinco años?
–Quisiera
que en cinco años hubiera terminado el proceso jurídico, quisiera que
concluyera esto de la mejor manera. Para que no vuelva a suceder una
cosa como la que ocurrió en 2006 porque no fue un capítulo que se cerró;
es la práctica de la Marina, del Ejército, de las policías estatales.
“Hay
mujeres que están sufriendo tortura sexual en manos de agentes del
Estado y a veces lo sabemos y a veces no. Tenemos que hacer algo al
respecto, como las que nos abrieron brecha que fueron Inés (Fernández) y
Valentina (Rosendo); nosotras vamos atrás, pero sabemos que en este
camino vienen otras mujeres”.
Twitter: @lagunes28 *Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
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