Sobre las tierras que
contemplan los mapas del megaproyecto Ciudad Futura, la nueva amenaza
que se cierne sobre la región, se vislumbran proyectos inmobiliarios,
megaindustria y, por supuesto, un aeropuerto, la afrenta más grande para
estos pueblos.
Gloria Muñoz Ramírez
Fotografías: Clayton Conn
Fotografías: Clayton Conn
San Salvador Atenco, México.
El fantasma de un nuevo proyecto aeroportuario vuelve a rondar sobre
Atenco. “Es peor que el anterior”, advierten los ejidatarios Marcial
Ramírez, David Pájaro y Santiago Medina. Peor que el que rechazaron en
2001 y 2002, cuando lograron la anulación del decreto de expropiación
que los despojaba de sus tierras. Pero “el gobierno nunca quitó el dedo
del renglón”, asegura Jorge Oliveros: “Si el anterior proyecto era
indignante, el actual lo es más. En 2001 se llevaban el 90 por ciento de
nuestro territorio, ahora el 95 por ciento, con la misma estrategia de
división, amenaza, represión y muerte”.
“De la capilla de La Purísima y hasta
donde ven sus ojos abarca el nuevo proyecto”, señala por su parte Adán
Espinoza, indicando con el dedo, desde el cerro de Huatepec, las tierras
que contemplan los mapas del megaproyecto Ciudad Futura, la nueva
amenaza que se cierne sobre la región, y que será, dicen los pobladores,
una especie de Santa Fe, con proyectos inmobiliarios, megaindustria y,
por supuesto, un aeropuerto, la afrenta más grande para estos pueblos.
En el auditorio de la Casa Ejidal, en el
centro del poblado, frente al mural multicolor de Emiliano Zapata, en
el mismo lugar en el que han dado tantas batallas en defensa de su
territorio, se reúne con Desinformémonos un grupo de ejidatarios
del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Entran y salen,
pues es día de trabajo y hay que partir al campo. Trinidad Ramírez,
compañera (me corrige cuando le digo “esposa”) del dirigente emblemático
Ignacio del Valle, y Hortensia Ramos, son las dos mujeres que completan
la entrevista colectiva.
Jorge Oliveros, de los ejidatarios que
se ha mantenido en la lucha estos doce años, explica que “ahora
presentan el nuevo proyecto como lo hicieron hace 12 años, con la misma
soberbia, dejando de lado a los pueblos que son los dueños del
territorio. En 2001 nos ignoraron, nos amenazaron, nos dividieron. Hoy
quieren volver a hacerlo”, con el agravante, indica, de que “ahora es
más ambicioso. En 2001 eran mil 100 hectáreas las que nos querían
arrebatar. En 2013 el proyecto filtrado por ICA contempla mil 500
hectáreas de San Salvador Atenco”, de un total de más de 15 mil que
abarca todo el proyecto sobre lo que fue la ribera del lago de Texcoco,
en la zona oriente de la Ciudad de México.
La diferencia con el anterior
aeropuerto, indica, “es que no dan la cara. Mandan a gente de nuestra
propia comunidad para meter amenazas. De un millón 400 mil pesos por
hectárea que estaban dando hace un año, ahora el ofrecimiento es de un
millón 750 mil pesos”. El plan, llevado a cabo casa en casa, es decirle a
los ejidatarios que ya todos han vendido, que sólo faltan ellos:
“Presentan unos mapas en los que dicen que los ejidatarios ya entregaron
sus documentos, y que están en trámites para la venta. Pero esto no es
cierto. Es la minoría la que ha entregado documentos, pues estamos
hablando de unas 50 hectáreas, que ni siquiera han vendido”.
La estrategia, insiste Oliveros, “es
sembrar la confusión y el miedo. Regar el rumor de que es ya algo
inevitable, de que todos están vendiendo, pero nosotros afirmamos que
son absoluta minoría, y que no llegan ni a 50 hectáreas las que
supuestamente ya están apalabradas, pero no autorizadas por la asamblea
ejidal, por lo cual es improcedente”.
El relato del campesino Delfino Martínez
es parte de este escenario. “El 90 por ciento parece que quieren
vender. Nuestros hijos quieren vender, esa es la mera verdad. Aquí en el
pueblo hay unas personas que están organizando y convenciendo. Son
intermediarios, nos conocen, se acercan y dicen, ‘anda, ya vende, ya
todos están vendiendo’. A mí me da coraje, cómo son tontos. A mí me
ofrecen un millón 700 mil pesos por hectárea, pero yo tengo ocho hijos,
de dónde va a salir para su casa de cada uno. Ellos ya no van a tener
dónde vivir ni de dónde comer. Hay muchos que ya están parando la
manota, pero desgraciadamente se van a quedar sin terreno, sin dinero,
sin casa, sin nada”.
Una lucha que no termina
Trinidad Ramírez, mejor conocida como Trini,
también figura emblemática de la lucha de Atenco y del acompañamiento
con otros movimientos del país, advierte que “las declaraciones del
gobierno federal nos mueven nuevamente a la lucha por la defensa de la
tierra, que nunca la hemos dejado. Nos lleva a decir aquí estamos, no
nos hemos rendido, pues la tierra se defiende toda la vida”.
En estos doce años, dice Trini, “el
gobierno aprendió. Nosotros hace doce años dijimos: ¿y cuándo el
gobierno nos preguntó si queríamos vender la tierra? Y por eso ahora el
gobierno aprendió a preguntar. Les dice a los campesinos ¿quieren vender
su tierras? Pero nosotros también aprendimos. Aprendimos que el
territorio no se trata sólo de la tierra, sino que significa nuestras
costumbres, nuestras raíces. Aquí nacimos, aquí vimos a los abuelos,
aquí vimos a nuestros padres morir. No indignarte por estas
declaraciones amenazantes es permitir que se profane el lugar de tus
muertos, que es sagrado”.
Marcial Ramírez relata que el
comisariado ejidal les mostró un proyecto que abarca del 6 de marzo del
2013 al 2017, en el que, indica, San Salvador Atenco prácticamente
desaparece. Jorge Oliveros añade que la amenaza es fuerte pero que estos
doce años los han transformado, “y seguirán luchando por la tierra”.
Desde el 2002, explica Oliveros, cuando
se canceló el aeropuerto, “nosotros sabíamos que no iban a quitar el
dedo del renglón y continuaría al acecho. En 2003 y 2004 empezaron a
hacer obras que estaban contempladas en el proyecto general anterior.
Hicieron las vialidades alternas, se fueron apoderando del agua de los
manantiales de la montaña, empezaron a privatizar los comités de agua
potable. En Texcoco no teníamos un hospital, pero activaron el Hospital
Regional, hicieron libramientos, el circuito exterior mexiquense, es
decir, las obras alternas continuaron, porque nunca se quitaron su
intención”.
Pero “para nosotros”, recalca, “la lucha
es la misma. Las tierras las hemos cuidado. Atenco tiene arraigo. No
hemos vendido ni vamos a vender”.
David Pájaro, nativo y ejidatario de
Atenco, además de ingeniero agrónomo, señala que en internet se detalla
el modelo “México, Ciudad Futura”, en el que figuran tres planos que
muestran la pérdida de toda la superficie ejidal de Atenco como pueblo.
“Por lo que vimos”, explica, “va otra vez de la orilla del río
Chimalhuacán hasta la orilla del cerro de Chiconautla, todo lo que se
conoce como la ribera de Texcoco. Estamos hablando de unas 25
comunidades afectadas dentro de una superficie de alrededor de 7 mil
hectáreas”.
En 2001, continúa, “se conservaba al
menos una parte de nuestro terreno como reserva agrícola, ahora todo es
peor. El proyecto viene con desarrollos urbanos, áreas para la industria
y, entre comillas, áreas para la reserva ecológica. Nosotros conocemos
el ejido y vemos una línea en la que el pueblo prácticamente se salva,
pero todo lo demás se lo adjudican”. En términos de desarrollo, advierte
Pájaro, será como Santa Fe, y “en lugar de pueblos habrá consorcios
nacionales e internacionales. La estrategia no será como en 2006, de
garrote y cuchillo. Ahora pienso que será de otra manera. A lo mejor nos
harán ver otra vez como los primitivos, los revoltosos, los que no
entienden el desarrollo. Pero el desarrollo no es como lo tiene en mente
el gobierno. Para ellos es dinero, para nosotros serían banquetas,
escuelas, proyectos para el desarrollo de la tierra, para la producción
de alimentos, etcétera”.
“Nosotros no vendemos ni compramos”,
insiste el ejidatario, “porque la tierra es nuestra”. Explica que su
territorio contempla más de 5 mil hectáreas de tierras cultivables, de
pozos profundos, caminos, zanjas, dos sitios arqueológicos
prehispánicos, el vestigio del parque Atetetelco, que perteneció a
Nezahualcóyotl, ruinas y más.
El protagonista de la amenaza anterior,
indica, “vuelve a ser protagonista ahora. Y nosotros también. Así es que
estamos en igualdad de circunstancias. Cuando ellos nos persiguieron
logramos nuestra libertad. Ellos nos vuelven a hacer la guerra y
nosotros seguimos en pie de lucha”.
División, peleas y desintegración en los que ya vendieron
El municipio de San Salvador Atenco está
conformado por cinco pueblos: San Salvador Atenco, San Francisco
Acuexcomac, Zapotlán, San Cristóbal Nexquipayac y Santa Isabel Ixtapan.
Los dos últimos, indican los ejidatarios entrevistados, empezaron a
vender sus tierras desde hace más de un año. Ixtapan vendió 500
hectáreas y Nexquipayac otras 360; además de la colonia Francisco I.
Madero, con otras 40. Todas estas tierras rodean San Salvador, que es el
núcleo más grande, con 958 ejidatarios.
Hortensia Ramos, profesora originaria de
Nexquipayac, una de las tantas mujeres que dieron la lucha en 2001 y se
mantienen hasta ahora, señala que en su pueblo empiezan a verse los
estragos de la venta: “el hecho de que te den un dinero se nota. Ya han
empezado a arreglar sus casas o comprarse una moto, pero también el
dinero se les está terminando y ahora no tienen tierras ni dinero”.
El dinero, dice, “es como la mismísima
cola del diablo. Causa división. En la misma familia sucede que el
abuelo que recibió un millón de pesos, tiene que repartirlo entre los
hijos y los nietos. Y ya están los casos en los que no quedan conformes y
es un peleadero entre ellos y una desintegración familiar. Esto no lo
ven los que están vendiendo, pero está pasando. También se vino una
oleada de robos y secuestros tremenda. Algo que no existía en esta
comunidad y es también producto directo de las venta de las tierras,
pues había dinero momentáneo y se empezó a notar”.
En los dos poblados les ofrecieron un
millón 400 mil pesos por hectárea. En Nesquipayac fue una hectárea por
ejidatario, pero en Ixtapan más de una, así es que hubo más dinero.
“¿Quiénes son los que están comprando directamente?”, se le pregunta. Y
responde que a casa por casa van “los personeros de Conagua. Te dicen
que ellos están haciendo un sondeo, para ver quiénes sí quieren y
quiénes no, pero les dicen ‘oye, si no quieres vender tu tierra te la
van a quitar de todas formas’. Es la venta bajo amenaza directa. La
gente se queda intimidada. Les dicen ‘si no les va a pasar como a los de
Atenco en 2006’”.
A las señoras viudas, indica Hortensia
Ramos, les dicen “es para que tenga una vejez digna”. Ellas fueron las
primeras que vendieron, y las primeras despojadas por sus hijos y sus
nietos. Ahora muchos de los que vendieron ya están arrepentidos. Todo
esto apenas tiene un año o poco más”.
El problema del agua, en caso de
consolidarse el proyecto, se agravará aún más. “Ya estamos viviendo la
escasez de agua. Conagua ya está cancelando los pozos para riego para
que no podamos sembrar nuestras tierras y para que no haya suministro en
las comunidades, con el fin de presionar la venta de las tierras. Si se
hace el aeropuerto el agua se irá a las industrias, a los proyectos
inmobiliarios”, insiste la profesora de primaria.
También se habla que plan contempla una
universidad, pero que, pronostica la entrevistada, “no será para
nuestros hijos. No es para nosotros. Nuestros pueblos necesitan
universidades, hospitales y desarrollo, pero no a condición de un
aeropuerto”.
La lucha de Atenco, de 1523
Adán Espinoza, expreso político por la
defensa de la tierra, uno de los que encarcelaron junto a Ignacio del
Valle en la cárcel de alta seguridad, aclara que la “la lucha no lleva
doce años”, pues, insiste, “nuestra historia dice que la hemos estado
defendiendo desde 1523, contra Pedro de Alvarado. Estas tierras siempre
han sido agrícolas aunque ahora dicen que son salinas, pero no es
cierto, son altamente cultivables. Y aquí se puede producir la alga
espirulina, que es el alimento del futuro”
Atenco, asegura Adán, “es un pueblo
rebelde desde 1523 y no se deja despojar. Las personas que son agachonas
es porque están confundidas, no tienen información, están engañados.
Los 43 que ya entregaron documentos, a la mera hora no la van a vender.
La asamblea dijo que no vendería. ¿Qué pasa? Son unos cuantitos, es la
contra de nosotros. Cuando estaba el precio a 7 pesos querían vender,
ahora que les ofrecen 150 pesos también. No les importa el precio y
andan ahí casa por casa convenciendo a los demás, diciéndoles que ya
sólo faltan ellos”.
La sombra de la represión
Atenco se conoce en el mundo de la
resistencia desde que dieron la batalla contra la construcción de un
aeropuerto en sus tierras en 2001; posteriormente cuando lograron la
anulación del decreto expropiatorio en 2002; y más adelante por la
represión del 3 y 4 de mayo de 2006, cuando, siendo gobernador el actual
presidente Enrique Peña Nieto, se desató un conflicto entre vendedores
de flores de Texcoco y las autoridades estatales. Acudió en solidaridad
el FPDT e intervino la Policía Federal Preventiva (PFP) y la estatal,
dejando un saldo memorable de un niño y un joven muertos, mujeres
violadas por la policía, detenidos torturados y la sentencia de más de
60 años de tres de sus dirigentes, las cuáles fueron revocadas por la
Suprema Corte de Justicia, gracias a la movilización nacional e
internacional que se convocó.
La represión, ahora, advierte Trini, “puede
no ser masiva, sino selectiva. Y por supuesto que no la descartamos”.
En este momento, explica, en el movimiento “hay de todo, algunos
confundidos, algunos miedosos. Algunos nos critican por hacer el trabajo
afuera, por acompañar a otros movimientos, con los obreros, con los
maestros, con los estudiantes. Porque somos los mismos. No puedes ver lo
que ocurre y no hacer nada”.
El PRI, insiste, “nunca se fue, pero hoy
quiere afianzar el control de todo. Qué nos queda al pueblo:
organizarnos, reconocernos, sentirlo desde abajo, porque ellos, las
instituciones, Peña Nieto, no sienten nada. Yo me indigno, me enrabio.
Para la resistencia sigue seguirnos buscando, seguirnos reconociendo.
Hoy puedes preguntarte dónde está la gente del 2001, del 2002. Mucha de
esta gente no está, pero en este momento se trata de volver a salir, de
llamarla, de decirle claramente lo que está ocurriendo. Decirles que
esto no se ha terminado”.
Una prueba que ofrece Trinidad Ramírez
de que “el Frente no está acabado”, son las recientes elecciones de
delegado, en las que fue derrotado el candidato priista y obtuvo el
triunfo el representante opositor, el que está con la defensa del
territorio. “No necesitamos un puesto público para defender la tierra, y
eso ya lo demostramos, pero fue una demostración de fortaleza que uno
de los nuestros ganara la delegación”, dice Trini.
Han pasado 12 años de la lucha reciente
(no de la que empezó en 1523). Y en esta última década Atenco no sólo
tiene a los muertos de la represión directa: José Enrique Espinoza,
Javier Santiago y Ángel Benhumea, sino que muchos otros se han quedado
en el camino. Adán Espinoza asegura que es por la tensión acumulada, por
el desgaste de tantas batallas. Miguel de Valle, Francisco Altamirano,
Baltazar Ramos, Felipe Núñez, María Luisa de Vázquez, Gracia Morales,
Inesita, Alfredo Flores, Pascual Martínez y Manuel Rosas, son algunos de
ellos. “Muchos de ellos se fueron tomándonos de la mano, haciéndonos
prometer que no venderíamos esta tierra. Cómo vamos a vender, cómo vamos
a rendirnos, si tenemos compromiso con nuestros muertos”.
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