Hace 11 años, siendo gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, ordenó la barbarie contra Atenco con el beneplácito de Vicente Fox y Nazario Gutiérrez. Los tres niveles de gobierno con sus filiaciones partidistas PRI-PAN-PRD haciendo honores al horror, desatando a más de 3 mil 500 bestias uniformadas bajo el mando de Wilfrido Robledo Madrid y Ardelio Vargas Fosado, entre otros gendarmes desalmados que actuaron quirúrgicamente para desaparecer de la faz de la tierra al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, porque sólo así –pensaban los verdugos- podrían sembrar terror y muerte, y asentar que luchar era el peor crimen que cualquiera puede cometer en un país donde sólo un puñado de mafiosos gobernantes, amantes del poder y el dinero, deben seguir gozando con tan generosa impunidad.
Diseñaron con saña hasta el último detalle: disparar a quema ropa, tomar a las mujeres como botín de guerra, violarlas y torturarlas; saquear, allanar las casas y las almas, dejar el rastro del terror y la pesadilla; agarrar a todo aquel o aquella que pareciera tener dignidad para llevarlos a los calabozos; expulsar del país a los que les parecieran “extranjeros”, no por su nacionalidad, sino por ser partidarios de la solidaridad y la vida; perseguir cuales perros rabiosos todo lo que pudiera renacer desde algún sitio, desde alguna trinchera y rematar con condenas carcelarias infames que sólo se pudieran pagar con la vida. Todo esto y más, para dar castigo ejemplar, para vengarse, para someter a la dignidad.
Definitivamente, el 3 y 4 de mayo de 2006 en México se abrían las puertas para escalar la represión y criminalización a niveles que uno pensaba, habían quedado en el pasado. Atenco ensangrentado fue su trofeo, y para mantenerlo en alto, debían seguir jalando el gatillo y poner en la mira a esos que pudieran contagiar su tan peligrosa dignidad. Entonces las bestias se fueran contra todo y contra todos. La represión del Estado en su conjunto ha sido quizás su obra más democrática porque no hay pueblo, ni gremio, ni barrio, ni dignidad que luche y que esté a salvo de los golpes, los gases lacrimógenos, las balas asesinas, la desaparición forzadas, venganzas políticas y cada ignominia, que ahora mismo ocurre y tratan de ocultar con sus serviles medios de desinformación.
Así llegamos a estos días después de 11 años con el peso de casi un siglo de impunidad príista. La criminalización es legal; ahí tenemos la Ley Eruviel en la mismísima cuna de la corrupción priísta que es el Estado de México; la impunidad y las ovaciones son para quien robe más, para quien desaparezca y asesine, lo mismo a estudiantes que a periodistas y mujeres. Entre más Duartes aborrecibles pero libres, entre más Peñas Nietos sin castigo, más se va a coronar la vileza en un país que sobrevive y sin embargo, con la fuerza que le queda reclama a sus mujeres y hombres, a sus jóvenes y niños para que nos levantemos las veces que sean necesarias, porque esta es la única vida que tenemos y somos responsables de la brecha que hemos de dejar para los que vienen detrás.
Por todos lados seguimos en guardia contra la embestida. Unos estamos luchando por la tierra, por nuestro pedacito de patria al que nos aferramos por verle libre de la maleza capitalista y por el derecho de seguir existiendo; otros luchan por defender la educación para todos y que ésta sea un surco para la libertad; otros hacen sus trincheras desde sus oficios como las enfermeras dignas de Chiapas en huelga de hambre, como algunos trabajadores dignos a los que aún les queda consciencia de clase y saben que la lucha no está en las prebendas o en unos cuántos centavos para alquilarse como esclavos; pueblos como Arantepacua que saben que el futuro está en la lucha a pesar de la muerte, o un Cherán que nos cobija con sus fogatas y nos señala el camino. Muchas madres y padres encontraron la lucha cuando desaparecieron a sus hijas o hijos que buscan a cada exhalación y día de la vida.
En Atenco empezamos el siglo XXI con la frente en alto. La historia nos puso a prueba y aún nos mira en su camino que es largo. Decidimos luchar por la vida. Decidimos no agachar la cabeza. Decidimos no traicionar a nuestros hijos y a sus hijos… El costo no ha sido poco ni grato. No hay día en que no anhelemos paz en nuestros hogares y entre nuestros hermanos de cuna y sangre, y en medio de tanta avaricia y desmemoria con las que envenena el PRI a nuestros pueblos, ellos saben que desde este lado, vamos a seguir arando para que vuelva la dignidad y el amor por la vida.
Su guerra de exterminio no ha podido con nuestras trincheras. “…Seremos más…”, se sigue escuchando el eco de Tupac Amaru con la perseverancia de un joven Nezahualcoyotl perseguido, jamás derrotado.
Las trincheras surgen más allá de Atenco y se apostan en las faldas de los cerros: desde Acolman, en Santa Catarina, en Tezoyuca, San Luis Tecuautitlan-Temascalpa, Ocopulco-Chiautla, San Miguel Atepoxco-Nopaltepec, Chipiltepec, San Martín de la Pirámides, Chimalpa Tepexpan, San Pablo Tecalco, Chapingo, y todas las que se sumen y se construya una fuerza capaz de echar para abajo el despojo.
El estruendo de sus aviones de muerte, nos está obligando a despertar cada día junto a otros pueblos hermanos. Porque no sólo es el ejido y la tierra comunal, son también los cerros y la riqueza natural que hay en ellos, son los ojos de agua, los manantiales, son nuestros pueblos y su vida comunal que se ha cultivado por siglos, y de un día a otro quieren enterrar en una tumba de progreso neoliberal.
Después del último fraude priista que impusieron en Atenco, hace un mes, para laurear a los más entreguistas con la representación del comisariado ejidal, nos vemos aún más obligados a revisar y replantear “qué hemos hecho, qué no hemos hecho y qué vamos a hacer”, pues entregar la tierra, permitir que nos invadan y resignarnos al exterminio jamás será opción.
Sabemos de sobra que otra vez no está fácil, muy por el contrario; y que nadie nos va a regalar ninguna victoria. Mas tendremos que construirlas. Tendremos que ser audaces y aprender del camino andado, sus veredas, sus retornos y sus callejones sin salida.
Vamos a necesitar como siempre, de sus manos, de su acompañamiento y solidaridad. De su experiencia y sus herramientas con las que luchan desde el conocimiento y en la práctica.
Desde esta patria que lucha, desde Atenco va un abrazo al digno pueblo venezolano que resiste las fauces del imperio norteamericano. Como Cuba, su bandera firme nos alberga esperanza y más rabia digna para creer que otro mundo es posible.
No nos han derrotado. No nos hemos rendido.
Señores del dinero: en Atenco el pueblo de es quien decide su futuro, no unos cuántos de sus mozos serviles.
Enrique Peña Nieto: el día en que ordenó tomar como trofeo a nuestro Atenco ensangrentado, se condenó así mismo. ATENCO VIVE.
Fuera PEÑA NIETO, Muerte al PRI
ZAPATA VIVE, LA LUCHA SIGUE
LA TIERRA NO SE VENDE SE AMA Y SE DEFIENDE
Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra
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